El 15 de agosto de 1969 más de 400 mil espectadores se hicieron presentes en las hectáreas de la granja White Lake de Nueva York. Con una entrada a 18 dólares, y con un total de 32 actuaciones, el evento se extendió durante tres días seguidos. Pero también, hasta las semanas siguientes, e incluso a los años siguientes. Tal es así que se inmortalizó en las nuevas generaciones como el festival más importante de la historia.
Este año se cumplen 50 años del Festival de Woodstock, que contó con un line up de primera línea: desde Jimi Hendrix y The Who hasta Creedence Clearwater Revival y Neil Young. Pero el recital no solo cobró vigencia por las bandas, sino que estuvo enmarcado en un determinado contexto social, político y cultural que reflejaba la contracultura de la época.
Medio siglo después, y con el fin de conmemorar un nuevo aniversario del festival, se había organizado una celebración que contaría con artistas como The Killers, Imagine Dragons, Halsey y Miley Cyrus. Sin embargo, luego de varias idas y vueltas, los festejos finalmente se cancelaron bajo el argumento de que desde la organización sufrieron una serie de "contratiempos imprevistos".
En este escenario, ¿qué sobrevivió de la esencia de Woodstock? ¿Es posible que se repita a futuro? ¿Qué implica pensar en un espíritu antisistema en tiempos de Trump en Estados Unidos y Macri en Argentina? Para responder a esos interrogantes, nos pusimos en diálogo con Fabiana Solano, socióloga, periodista de rock y productora de Ultrabrit, y con Fernando Cárdenas, periodista y conductor de Discos Perfectos Radio.
De 1969 a 2019: contracultura en tiempos de Donald Trump y Mauricio Macri
¿De qué hablamos cuando decimos ‘contracultura’? Según afirma Solano, remite a las formas opuestas a los valores dominantes de las clases hegemónicas medias y altas. El concepto surgió a principio de siglo para explicar la subcultura delictiva de pandillas, como un síntoma de la anomia social. Sin embargo, a partir de los 50’, estuvo directamente con el movimiento juvenil y crítico. “Cuestionaban el imaginario de la vida moderna de ‘American way of life’, que estaba vinculado a las nuevas tecnologías, con el consumo, confort. A diferencia del principio de siglo, se relacionaba la contracultura con clases bajas y populares”, señala la profesional.
La autora explicó que, para el nacimiento de la contracultura, existió una confluencia de diversos fenómenos sociales; en principio, Solano señaló que “muchos jóvenes no se veían representados por la vida moderna”, pero también, en ese momento nació el rock and roll y la revolución sexual: “Eso provoca que toda una generación cuestione los valores moralizantes o habituales de la familia moderna. Ahí surge la generación hippie”, indica.
“En esos años el protagonismo juvenil explota, sobre todo en california los 60’, que surge una contracultura muy fuerte que te diría que es casi solo de los jóvenes. En este caso no tiene que ver con un concepto de anomia, fuera de orden, sino una manera alternativa de vivir por fuera del consumismo. Una de las máximas expresiones de la contracultura fue el Woodstock de 1969”, cuenta.
De 1969 a 2019, ¿sigue existiendo la misma idea de contracultura? En la actualidad, frente a la globalización y a las nuevas tecnologías, para Solano no es tan fácil determinar el límite entre lo hegemónico y lo alternativo. Justamente, ocurren diferentes expresiones contraculturales a través de manifestaciones comerciales.
En Estados Unidos, por ejemplo, artistas como Emma Stone, Natalie Portman, Amy Adams se unieron en 2017 para cantar "I Will Survive", canción que fue utilizada a lo largo de la historia como signo de empoderamiento y que, en esta ocasión, funcionó como protesta de los artistas contra las políticas del presidente Donald Trump.
Cárdenas explica: “Se busca marcar una posición. El carácter y la fuerza de un colectivo de artistas, en el caso de un festival, contra la exaltación del individualismo y la xenofobia de Trump. Levantar la voz de alguna manera”.
En Argentina, por su parte, la situación no es tan diferente. En este caso, se pueden considerar las últimas elecciones del domingo, en la cual triunfó por amplia diferencia el Frente de Todos. En este panorama, se puede tener en cuenta la canción de Wos, "Canguro", la cual comunica una clara intencionalidad política contra el poder.
En este marco, la idea de "contracultura" se ve ligada a lo comercial como una oportunidad de manifestarse contra lo establecido. “Yo creo que en Argentina siempre existen movimientos contraculturales. La cultura va y viene con mucha más velocidad que lo que era antes, entonces es muy difícil poner límites”, afirma Solano.
La autora destaca los momentos de crisis relacionados al desarrollo de la cultura en Argentina: “Los momentos de crisis económica en nuestro país son momentos de pérdida de representatividad, las instituciones formales pierden valor, nuestra vida se desordena y la cultura ocupa ese lugar (...) Lo ha hecho en 2001 con la gran crisis económica, las asambleas barriales, las murgas. En Argentina, cuando caen las instituciones, las culturas explotan en el mejor sentido de la palabra; hay que darle mucha bola”, afirma.
Para Cárdenas, hay una doble función en la contracultura en nuestro país: por un lado “alertar”, servir como “caja de resonancia” y reflejo de lo que está pasando en la calle todos los días. A su vez, tiene que ser algo que permita poner la cabeza “en stand by por un rato”, dejarse llevar por el disfrute, alejarse momentáneamente de los problemas.
Solano destaca al trap entre los movimientos contraculturales de la Argentina. “Es una forma de expresión que surge genuinamente de un determinado grupo social que no forma parte de la cultura mainstream (...) no tiene necesariamente contenido político, a lo que fue el rock en su momento, pero si tiene un lenguaje propio, y eso me parece contracultural en un momento donde las expresiones y los dispositivos nos atraviesan a todos”.
La contracultura en la mirada de millennials y centennials
Las nuevas tecnologías van de la mano con el disfrute de los espectáculos. Lejos de esa edición de Woodstock original, donde el sueño antisistema imperaba entre los jóvenes, en la actualidad todos esperan poder subir una historia o escribir un tweet del recital. La famosa ley popular “si no lo compartiste en tus redes no pasó”.
Según estima el informe de la Secretaría de Cultura de La Nación, el 86% de las personas que escuchan música por internet son jóvenes, contra del 51% de los adultos y el 11% de los adultos mayores. Además, el informe explica que “mientras dos tercios de los jóvenes usan el celular todos los días para escuchar música, sólo una cuarta parte de los adultos lo hace y es una práctica muy marginal entre los mayores de 65 años”.
“En una época donde todo parece estar segmentado y diseñado para el uso y disfrute individual de cada consumidor aquella épica parece algo irrepetible”, confiesa Cárdenas.
¿Cómo se relacionan los millennials y centennials con esta idea de contracultura? “Para mí la contracultura hoy en día tiene que ver con los medios, con las herramientas, con tomar los productos y las expresiones hegemónicas y transformarlas en contraculturales. Lo que está pasando con Youtube por ejemplo, se producen un montón de contenido. Esto es lo que hoy genera la contracultura juvenil, a diferencia de lo que pasaba en otros momentos, hoy en día las construcciones juveniles son mucho más horizontales”, sostiene Solano.
En este punto coincide con Cárdenas, quien señala: “Me parece que la juventud de sus representantes les permitió entender el juego de la industria de una manera no tradicional y darle una necesaria (y lucrativa) vuelta de tuerca, el máximo aprovechamiento de YouTube e Instagram como herramientas de difusión por ejemplo".
¿Qué quedó del espíritu de Woodstock?
Lollapalooza, Tomorrowland, Rock in Rio, y más. Esos son algunos de los festivales principales a nivel nacional e internacional. Sin embargo, con los line up comerciales y en medio de una ola neoliberal, ¿qué pasa con la intencionalidad revolucionaria de Woodstock?
“Evolucionaron los festivales porque cambió nuestra forma de consumir música”, comenta el periodista, quien afirma que ante la “enorme y abrumadora” oferta musical se debe llevar adelante los festivales de manera más “inclusiva”, respondiendo a la necesidad de tener géneros o estilos. Este cambio implica reformular los destinatarios, en una mirada para los jóvenes: “El objetivo ahora es el público adolescente, de poder adquisitivo tirando a alto, heavy users de redes sociales, gente que comparta la experiencia”, cuenta Cárdenas.
Sin embargo, eso no impide el desarrollo de la contracultura: “En momentos donde hay un modelo neoliberal hegemónico, las contraculturas tienen muchísima fuerza porque son las que sostienen las vanguardias, entonces me parece que siempre van a estar. La cultura de los barrios sigue estando y va a estar siempre, hoy en día la contracultura pasa por ahí, lo que pasa en el barrio, en las plazas. Eso sí: tiene que haber siempre un Estado que lo permita”, sostiene Solano.
De todas formas, es muy difícil que se repita otro fenómeno similar a Woodstock. Así lo considera Cárdenas: “Si bien existieron festivales previos, Woodstock representa el ideal del festival, la imagen romántica de los tres días de paz y música, de los jóvenes peregrinando a un punto para compartir la experiencia mágica que sólo la música puede brindar. Sigue teniendo vigencia porque representa probablemente el punto más alto de lo que fue la revolución cultural de la década del sesenta: la música, el hipismo, el flower power, el poder joven”.
A su vez, indica: “Fue algo único e irrepetible. El acto final de una serie de movimientos contraculturales que confluyeron en aquellas jornadas de agosto de 1969. Me gustaría creer que algo de ese espíritu de amor y unidad sigue vivo pero el mundo (Trump, Brexit, la constante exaltación de la individualidad, nuestra propia realidad) hace un gran trabajo por demostrar lo contrario”.
De todo el festival de Woodstock, quedó la revolución. De toda la rebeldía, quedó el espíritu juvenil. Por todo eso, la contracultura sigue presente en la sociedad. Sin embargo, es muy poco probable que pueda volver a suceder. ¿Vos qué pensás?
(filonews)