“Del otro lado del árbol”
La conmovedora historia de la maestra que abrió una biblioteca popular para niños en el parque Saavedra de La Plata tras perder a su hija
LA PLATA, 13-05-2019 | PUBLICADO POR REDACCIÓN
Después de la muerte de su hija Pilar, de cinco años, Paula Kriscautsky decidió abrir un espacio para promover la lectura infantil. En la actualidad "Del otro lado del árbol" recibe a 12 mil chicos por año y cuenta con más de 8000 socios y 17 mil libros.
Por Juan Manuel Mannarino
Los niños y las niñas pisan el Parque Saavedra de la ciudad de La Plata y
entran a un espacio fantástico. Buscan hadas y duendes y en el camino
se encuentran con lobos, brujas y personajes hechizados. Hasta que
llegan a una casita de colores donde, en sus paredes, hay pintado un
mural con el cuento Del otro lado del árbol, de la escritora europea
Mandana Sadat.
Son las dos de la tarde de un jueves otoñal y,
bajo un cielo nublado, un grupo de chicos forman fila detrás de la
biblioteca Del otro lado del árbol, en el corazón del parque. Algunos se
distraen mirando un barco empotrado entre los árboles –una escultura
hecha por el artista Fernando Rigone-, tal vez a la espera de relatos de
naufragios, mares y piratas; otros escuchan la voz de sus maestras, que
los apuran ante la inminencia de la lluvia. Una empleada municipal
barre las hojas mientras mira a la gente que sale del Hospital de Niños,
ubicado enfrente de la biblioteca.
"¡Vamos chicos, nos esperan
para entrar a la biblio!", grita una de las maestras, mientras las
primeras gotas caen lentamente. El grupo escolar es uno de los tantos
que visitan semanalmente la biblioteca, la tercera salida más pedida por
la comunidad educativa de La Plata después del Museo y el Zoológico
–Del otro lado del árbol recibe 12 mil chicos por año-. Para los
platenses, ya es parte de un ícono cultural de la ciudad, que el último 2
de abril cumplió su octavo aniversario; para quien se acerca por
primera vez, es como si de pronto se sumergiera en un bosque encantado y
encontrara un refugio donde siempre hay un adulto que abre un libro y
relata una historia mágica.
Adentro de la biblioteca, mate en
mano, sentada en un rincón de sillas y mesas pequeñas pintadas de verde,
y rodeada de libros, Paula Kriscautzky, 43 años, maestra jardinera y
creadora del espacio, no parece sorprendida ante la visita escolar. A un
costado, una pareja está acostada con un bebé en el espacio de
"bebeteca", entre peluches, libritos, almohadones y juegos de encastre.
En la entrada, Silvio Brito, uno de los coordinadores de la biblioteca,
carga en una computadora un pedido de préstamo. Por los parlantes se
escucha el sonido de una canción infantil.
"Cuando está lindo el
día, los pájaros se posan en los árboles y cantan diferentes tipos de
melodías", cuenta Silvio, y a su alrededor cuelgan grullas, lámparas de
papel y origamis.
Del otro lado del árbol abrió sus puertas el 2
de abril de 2011. La elección no fue casual. Ese día Pilar Andicoechea,
que había muerto tres meses antes, hubiera cumplido 6 años. Pilar era la
hija menor de Paula, la principal impulsora de este espacio que empezó
con los 200 libros que tenía en su casa y que hoy cuenta con más de 8000
socios y 17 mil libros en su inventario, especializado en literatura
infantil.
Pasaron ocho años y la docente habla de un crecimiento
"increíble", del que aún sigue conmovida. "Lo que ha surgido desde aquel
momento donde todo era dolor y cuando abrimos vinieron dos mil personas
todas con un libro nuevo en mano, hoy se ha convertido en un espacio
referente a nivel local e incluso nacional en relación a la infancia",
suelta, moviendo sus manos.
El primer movimiento, dice, fue ir desde
lo íntimo y personal hacia lo colectivo. Abrirse a los actos de amor de
maestras haciendo almohadones con sus alumnos, abuelas tejiendo mantas,
vecinos comprando sillitas y pintándolas: cada objeto de la biblioteca
comprende una historia singular.
"Fue descubrir que las
bibliotecas populares son muy importantes para sus comunidades, desde
sus inicios allá en 1870 cuando arranca su historia en nuestro país. Acá
en La Plata a veces me preguntan si la biblioteca no es un espacio
caduco por las nuevas tecnologías. Sin embargo uno ve todo el tiempo
escenas lectoras ligadas a lo placentero que no hay manera de
reemplazarlas", explica y dice que Del otro lado del árbol forma parte
de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP) aunque su
principal sostén son las donaciones particulares y el aporte de sus
socios.
Para Paula Kriscautzky hablar de la biblioteca es la
excusa perfecta para pensar otros temas de infancia, "desde debatir qué
queremos para los pibes en una plaza a discutir los espacios de salud y
de la escuela". El boom de Del otro lado del árbol fue tan insospechado
que ella se convirtió, con el paso del tiempo, en una suerte de
consultora cultural. Tras la muerte de su hija Pilar dejó su trabajo de
maestra de jardinera y se dedicó tiempo completo a crear la biblioteca.
"Es
muy fuerte que hoy existan siete bibliotecas Del otro lado del árbol en
la provincia de Buenos Aires, bajo las premisas fundamentales de la
apropiación de los espacios públicos, la gratuidad de las actividades y
el motor de la infancia, la cultura y el arte", explica y sus ojos
verdes chispean del orgullo cuando explica que, al lado de donde está
sentada, se inauguró el rincón "Museo del libro", que rescató
colecciones anteriores a 1980. Lo define como un "espacio de nostalgia",
y dice que está destinado a personas de más de cuarenta años que desean
reencontrarse con relatos de niñez.
"Con nuestro motor que
siempre fue Pili", al decir de Paula cuando se refiere a la inauguración
de la biblioteca, todo empezó cuando el artista platense Fernando
Rigone le entregó una escultura dedicada a Pilar en el Parque Saavedra
y, en medio de la conversación, le sugirió que averiguara en el
municipio por un galpón abandonado del parque. A Paula la idea le resonó
con fuerza, aunque la palabra biblioteca era algo impensado: más bien,
se imaginó crear un espacio de homenaje para la infancia rescatando la
historia de su hija. "Trabajar acá es como un abuelazgo", dice ahora, y
sonríe.
-¿Qué significa eso?
-Que al no estar atado
a los diseños curriculares de una institución, que te suele achicar y
encuadrar, nos permite pensar en otras cosas, como el trabajar con los
libros desde un lugar de disfrute. Al principio, formamos un grupo con
otras maestras jardineras para poder hacer eso que no podíamos en los
jardines donde trabajábamos, de hecho una de nuestras biblio en
Olavarría partió de la historia de una maestra que abrió un Del otro
lado del árbol por esa misma razón. Pero ojo, acá también rompimos con
el estereotipo de una biblioteca.
-¿En qué sentido?
-Y,
queríamos que los chicos tuvieran los libros más al alcance de sus
manos, descontracturar el espacio de lectura, el parque también nos da
un escenario para que las escenas lectoras se hagan debajo de los
árboles. Acá van a encontrar libros de infancia que difícilmente estén
en otros lados, los libros de álbumes, por ejemplo. Todo el tiempo nos
replanteamos nuestras prácticas. Nosotros nos centramos en el trabajo
con el libro pero también tenemos talleres con las familias, narradores
orales, recitales y charlas los sábados. La biblioteca es como una
especie de centro cultural.
-Pero siempre partiendo desde un vínculo con los vecinos del barrio, ¿no?
-La
relación con el barrio es la más disfrutable, de hecho yo viví siempre
acá, en la zona de Meridiano V y este parque lo amábamos desde antes.
Vimos crecer a chicos que venían de bebés y hoy tienen ocho años. Con
nuestros socios tenemos una relación cercana, el hecho de estar dentro
de un parque es mágico, sabemos a qué escuelas van, si sus padres se
separan, todo. Lo pequeño de la comunidad es a la vez lo más grande,
pero lo nuestro no es sólo barrial, también recibimos escuelas de
Berisso, Magdalena, Punta Indio, Berazategui, y creamos un lazo social.
Hoy, en época de crisis, la gente apuesta a estos refugios, a los
espacios autogestivos que la reman con esfuerzo y amor. Nosotros
recibimos gestos de solidaridad todo el tiempo.
Dice que sus
otros dos hijos –Santiago, de 23, y Clara, de 20-, su pareja y sus
padres también están metidos en las actividades de la biblioteca; sin ir
más lejos, su padre es el fotógrafo oficial y su hija, que estudia
actuación, suele representar algunos personajes cuando llegan las
visitas escolares. Además de su dedicación full time en Del otro lado
del árbol –abierta de lunes a sábado-, Paula coordina un equipo de
inclusión social en el programa Escuelas abiertas. Dice que una vez al
año, por el subsidio de CONABIP, hacen una compra de libros nuevos en la
Feria del Libro. Y que, además, desde la biblioteca articulan
actividades con la Casa Ludovica, un espacio de tránsito para
tratamientos ambulatorios ligado al Hospital de Niños, y con Casa Cuna:
una vez por semana, los bebés visitan la biblioteca.
La
experiencia que vivió Paula Kriscautzky con su hija internada por un
tratamiento de cáncer le permitió un conocimiento propio y ajeno de cómo
se encorseta a los niños y a las niñas en situación de enfermedad.
Aquellos
días de febrero de 2011, a un mes de la pérdida de Pilar, escribió una
carta pública que fue el puntapié del proyecto: "En este camino tan
doloroso que me toca transitar, Pilar inspira mis días…Es apenas el
comienzo de una idea que empezó en alguna quimio, intentando sobrellevar
los días de hospital y poniéndole a lo que estábamos viviendo una
mirada diferente. Por aquellos días imaginábamos lo bueno que seria que
existiera una biblioteca infantil ambulante que recorriera las salas de
hospital acercando libros de cuentos, claro que en los hospitales reina
la asepsia, los protocolos, el sufrimiento y la angustia. Hoy entendí
que aquello es solo una réplica de tantas cosas que funcionan mal y que
no será para nada fácil cambiar lo que esta tan instalado, pero por
algún lado hay que arrancar (…) Sería largo contarles como esa primer
idea se transformó en un proyecto un poco más ambicioso, pero si, hoy
necesito ayuda para que la biblioteca-taller Del otro lado del árbol…
que pronto tendrá su espacio en el Parque Saavedra (cerrado), sea un
lugar bello, mágico, creativo e inspirador, en donde la naturaleza y la
literatura se fundan para que los niños enfermos o sanos, eso no
importa, disfruten de los libros y los árboles. Hay tanto por hacer…hoy
quisiera convocarlos en esta cruzada".
Hoy, Paula vive cada
aniversario de la biblioteca como un festejo en la memoria de su hija.
"Se mezcla la ausencia y la presencia todo el tiempo, hay gente que
habla de Pilar como si la hubiera conocido. Cada 2 de abril llegan
muchas personas con ganas de abrazarnos. Aunque la vida de Pili fue muy
cortita, fue intensa y traspasó cualquier tipo de imaginario".
Pilar amaba dibujar y leer.
"Mamá,
¿por qué las enfermeras no nos dan también libros y crayones?", dijo
una vez, en esos interminables tiempos de reposo cuando estaba
internada.
Cuando Paula pensó en la creación de la biblioteca,
esa pregunta la tomó como una suerte de bandera: "La idea era inventar
un lugar que la representara, un lugar lleno de historias, colorido,
lleno de arte. Que los niños no renuncien al juego pese a que estén en
situaciones dramáticas o de dolor".
-¿Cuál es el concepto de niñez que defienden desde la biblioteca?
-La
pata fundante surgió desde una crítica al lugar del niño en los lugares
de salud. No desde la queja sino desde lo propositivo. De hecho,
tenemos un espacio que se llama los impacientes del parque que es una
crítica al concepto de paciente como alguien pasivo, que espera sin
preguntar, tal como lo concibe la medicina hegemónica. Estos impacientes
ponen sobre la mesa los derechos que tienen los niños cuando están
enfermos. Hace unos años presentamos un proyecto con otras
organizaciones, que es hoy es ley provincial pero no está reglamentada,
para que en la cama de los niños esté el nombre de cada uno de ellos
mientras están internados.
Ha escuchado miles de historias de
padres y madres que le compartieron su dolor por la pérdida de sus
niños. Dice que rehuye a dar consejos: "Hice lo que pude, y en tal caso
me sentí muy acompañada con la biblioteca. Pero no lo veo como algo
catártico, terapéutico, sino como un espacio de militancia. Acá
defendemos el ejercicio de los derechos de los niños. Hace poco tuve la
posibilidad de viajar a Colombia y no conté mi historia personal, sino
la de una comunidad que se apropió de una biblioteca en medio de una
plaza. En cómo se trascendió aquel motor primero más allá de que Pili
siga siendo nuestro signo de identidad. No es mi historia personal, sino
una historia colectiva".
–Del otro lado del árbol ha sido un antes y un después en tu vida, ¿qué cosas aún tienen pendientes?
-Entré
a un mundo que desconocía y del que aprendo todos los días un poco, por
ejemplo no soy bibliotecaria y me preocupo en saber todo el tiempo
sobre las historias y los autores. Nuestra gran preocupación siempre es
cómo seguir. Cómo hacemos para sostener la biblioteca abierta, la verdad
es un gran esfuerzo, pensamos de forma permanente en obtener nuevas
líneas de financiación. Un enorme sueño es poder seguir replicando el
proyecto de la biblio en las plazas de cada pueblo. Y otro, más
delirante, es replicar una casona vieja que se quemó dentro del parque y
fundar allí la biblioteca infantil más grande de América Latina. Soñar
no cuesta nada, y acá aprendimos que la magia existe si la llama de
nuestros deseos está viva. (infobae)