Su misión: intoxicar informativamente al gobierno radical

La verdadera historia de Raúl Guglielminetti, el agente de inteligencia y torturador infiltrado en el gobierno de Alfonsín

LA PLATA, 17-03-2019 | PUBLICADO POR REDACCIÓN

Integrante de los servicios de inteligencia desde fines de los 60, falso locutor y periodista deportivo, integrante de los grupos de tareas de la dictadura, cuando se recuperó la democracia, Raúl Guglielminetti, alias el Mayor Guastavino, quedó enquistado en el entorno del líder radical con la misión de intoxicar informativamente al gobierno.
Por Eduardo Anguita & Daniel Cecchini


Orlando Nano Balbo pasa su vida entre Trenque Lauquen y Neuquén. Se pudo comunicar a través de mensajes escritos que él contestó con audios. Es que el 24 de marzo de 1976, Nano fue detenido por un Grupo de Tareas dirigido por el agente de Inteligencia Raúl Guglielminetti, quien se ocupó personalmente de torturarlo aquel día y de sacarlo de la cárcel cada vez que quería atormentarlo.

Nano quedó totalmente sordo de aquellas sesiones ocurridas hace 43 años. Nunca recuperó la audición pero no perdió la memoria.

Había nacido en Pellegrini, un pequeño pueblo bonaerense. Su familia vivía en el campo pero lo mandaron a la escuela del pueblo y luego estudió en el Normal y se recibió de maestro. En 1969 hizo el servicio militar en Neuquén y empezó a dar clases a los soldados, muchos de ellos origen mapuche. Año convulsionado, con el dictador Juan Carlos Onganía al frente de las decisiones del país. Año del Cordobazo: los soldados de todo el país pensaban que podía pasarle lo mismo que a los colimbas que estaban en Córdoba, es decir que los sacaran a reprimir levantamientos populares.

-Para ingresar a la Universidad del Comahue había que dar un curso de ingreso y como no llegaba a tiempo volví a Pellegrini y trabajé en un instituto de formación docente. Luego sí volví a Neuquén. Estudié mientras tenía unas horas de clase en una nocturna. Cuando llega el gobierno de Héctor Cámpora, con Jorge Taiana (padre, el médico personal de Juan Perón) al frente del Ministerio de Educación, se activó un plan de educación para adultos y yo quedé como coordinador de esa área. Para entonces, yo militaba en la JP (Juventud Peronista).

Además de transmitir su historia personal, Nano Balbo da información para intentar entender quién era y de qué maquinaria formaba parte Raúl Guglielminetti, quien ingresó a la SIDE a fines de los años '60 y que -como se verá más adelante- tuvo posibilidad de reciclarse como parte de la custodia de Raúl Alfonsín cuando este asumía a fines de 1983.

-Yo me instalé allí en 1972. Las primeras noticias de Guglielminetti las tuvimos porque se incorporó como cronista deportivo a LU5 de Neuquén. Pero de inmediato empezó a circular la versión de que era "servicio". También tenía un carné de Sur Argentino, un diario de propiedad de la familia Sapag.

En 1961, Felipe Sapag creó el Movimiento Popular Neuquino (MPN) y fue electo gobernador al año siguiente. Cuando Onganía da el golpe de Estado de 1966 es desplazado de la gobernación aunque, pasados cuatro años y debido a los levantamientos populares en esa provincia, Onganía le pide a Felipe Sapag que asumiera de nuevo la gobernación, cosa que acepta. En las elecciones de 1973 se presentó como candidato y ganó. Desde su creación, el MPN nunca perdió una elección a la gobernación.

Balbo agrega algo crucial para entender que ya entonces la comunidad neuquina -al menos la vinculada a la militancia- sabía quién era Guglielminetti.

-Sí, no había dudas de que era servicio. Al punto tal de que cuando gana  Cámpora (las elecciones fueron en marzo de 1973), lo que hace la JP es tomar la radio y echarlo –cuenta Balbo.

LU5 fue creada en los años '40. Era y es una radio de mucha audiencia. En cuanto a El Sur Argentino, un diario muy cercano a los Sapag (los hermanos Luis y Felipe). Guglielminetti siempre estaba disfrazado de periodista.


Un paramilitar a la universidad:

Ivanisevich era un médico cirujano que había sido ministro de Educación durante un año en la primera presidencia de Juan Perón (1949/1950) y no ocultaba por entonces sus simpatías por el fascismo. En 1967 fue asesor del dictador Juan Carlos Onganía en Salud Pública, y recomendó algo que tuvo repercusión por entonces: que privatizara la atención médica, "así cada uno pagaría lo que debe pagar de acuerdo a sus entradas".

En agosto de 1974, algo más de un año después de la muerte de Perón, María Estela Martínez de Perón y José López Rega convocaron a Ivanisevich para hacer cirugía mayor en las aulas argentinas.

En la Universidad del Sur, con sede en Bahía Blanca, a principios de 1975 nombraron interventor a Dionisio Remus Tetu, un hombre que había nacido y vivido en Rumania, quien de inmediato extendía sus funciones a la Universidad del Comahue. En ambas unidades académicas suprimió carreras, prohibió profesores, contenidos, libros y persiguió a docentes y alumnos. Además, dejó entrar a miembros de las AAA y agentes parapoliciales para erradicar la participación y sembrar el terror.

Tetu estuvo al frente de ambas universidades hasta febrero de 1976: un mes antes del golpe de Estado había ablandado el terreno para que se consumara la represión más grande que vivió la Argentina.


Detienen a Balbo:

-Cuando los militares dan el golpe del 24 de marzo de 1976, Guglielminetti se movía en la comisaría (delegación Neuquén) de la Policía Federal. Por lo que yo pude ver, tenía bastante mando –cuenta Balbo.

Su conocimiento fue por experiencia propia.

-Él me detiene al mando de una patota, todos de civil, muy cerca de la Casa de Gobierno. Cortaron calles, hacían demostración de armas. Yo estaba en una casa que no era la mía ese mismo 24 de marzo. Me detienen porque  había llegado con la diputada René Chávez a las 11 de la noche del martes 23 desde Buenos Aires sabiendo que había golpe. Él estaba seguro de que yo sabía dónde estaba René, así que en la tortura, esa misma noche, la pregunta fundamental era "¿Dónde está René?". El 24 a la noche, después de las torturas me llevan a la cárcel. En los días sucesivos, él iba en persona a buscarme al penal y me llevaba a la delegación de la Federal para torturarme. Todavía no habían creado La Escuelita –cuenta.

La Escuelita fue el nombre elegido para el centro clandestino de detención creado en Neuquén. El mismo que habían utilizado para la represión clandestina en Famaillá, en Tucumán. Balbo quedó completamente sordo después de las torturas.

El obispo de Neuquén Jaime De Nevares hizo todos los esfuerzos hasta lograr que a Balbo le permitieran salir del país y se instaló en Roma. Volvió a la Argentina en 1985 y se instaló en Huncal, un pequeño pueblo al pie de la cordillera donde viven familias mapuches. Allí, pese a no tener audición, pudo ejercer su oficio, el noble oficio de maestro.

Años después, un ex compañero de colimba tomó contacto con Balbo. Se trataba nada menos que de Guillermo Saccomanno, quien muchos años antes había contado en el libro Bajo bandera sus recuerdos en clave de ficción acerca de lo que fue hacer el servicio militar el año del Cordobazo.

Esta vez, Saccomanno, escribe Un maestro en primera persona. Es decir, el narrador es el propio Balbo. El libro salió en 2011: Balbo y Saccomanno, 42 años de haber estado juntos en un cuartel "bajo bandera", recorrieron cantidad de escuelas para contar a alumnos y maestros la historia del maestro que perdió la audición pero no la brújula.

En abril de 2012, Balbo fue el primer testigo citado por el tribunal que enjuició a Guglielminetti. Meses después, en noviembre, cuando se dictó la sentencia, Candela Balbo, la hija del maestro, estaba sentada a su lado para escribirle en una pequeña pizarra las palabras del tribunal. Guglielminetti fue condenado.

"Reconocí la voz del torturador porque la conocía de la radio"

Marta De Cea, profesora de la Universidad del Comahue que, a su vez, tenía en sociedad con una amiga la librería Libraco's. El domingo 16 de marzo, el diario Neuquén daba como noticia que en la madrugada anterior un potente artefacto explosivo (de tipo plástico) había destruido el frente del local provocando "pérdidas varias veces millonarias".

De Cea era cercana a la Juventud Peronista y, como se verá más adelante, tuvo la certeza de que el autor del atentado fue Guglielminetti. Tras la bomba, De Cea se fue a Perú y regresó en enero de 1976. Sin embargo, meses después, las cosas fueron mucho más graves. Guglielminetti estaba obsesionado con detener a la diputada René Chávez.

-Como sabía que yo la conocía y no le daba ninguna información, se fue a Cinco Saltos a la casa de mi mamá, quien días después me contó que hasta lo convidó con mate –cuenta De Cea desde su casa del barrio La Condesa en Ciudad de México.

Pocos días después, Marta De Cea fue capturada por un grupo de tareas y llevada a La Escuelita.

-Yo no podía ver a los interrogadores, pero tuve la certeza de que uno era Guglielminett. ¡Yo tenía registrada su voz de cuando estaba en LU5! –dice De Cea-. Me insistía en que yo tenía que darle datos de dónde estaba René Chávez y yo le dije que no la conocía, que creía que había sido alumna mía en la universidad. Tengo grabada la respuesta durante la tortura: "Qué va a haber sido alumna tuya si esa ni terminó la primaria".

La familia de De Cea se movió con las amistades que consideraban influyentes pero, sobre todo, a través del obispo de Neuquén, Jaime De Nevares, uno de los pocos dignatarios católicos que realmente ayudó a salvar vidas humanas.

-Estuve en La Escuelita 12 días. El día que me liberaron, Guglielminetti me dijo: "Decile a los montoneros que no se metan con mis hijos" –cuenta De Cea 42 años después.

La liberación la cambió por un exilio no voluntario pero imprescindible para los tiempos que corrían.

Es curiosa una coincidencia para estos cronistas que buscaron distintos testimonios sobre la vida de Guglielminetti. Hace poco, Ricardo Poggio -quien contó la participación de este agente civil de inteligencia en el centro Automotores Orletti– dijo algo significativo que no fue consignado en un artículo anterior publicado por los cronistas sobre ese centro clandestino de detención:

"Durante el juicio, hace unos pocos años, uno de los miembros del Centro de Memoria establecido donde estaba Orletti, fue a registrar con fotos las audiencias. En un momento, lo enfocó a Guglielminetti, y le dijo que mirara la cámara. La respuesta fue: '¡Ah, sí!, la van a ver mis hijos'".

El comentario que sigue puede ser una obviedad pero parece imprescindible recordar que un torturador, un killer experimentado, también puede querer ser –o simular- el lugar de padre.


Atentado contra el diario Río Negro:

Cuatro días después de la bomba a Libraco's, el jueves 20 de marzo, la agencia neuquina del diario Río Negro fue atacada a tiros durante la madrugada. Por ese atentado fue detenido el policía provincial José Luis Cáceres quien, muchos años después, en septiembre de 2008, brindó un testimonio ante los tribunales que dejan al descubierto las rencillas internas de las fuerzas de la represión ilegal.

Cáceres aseguró que el autor del ataque fue Guglielminetti y que este pretendía el "puesto de espía" (sic, palabras del policía) que Cáceres tenía al lado de Remus Tetu en la Universidad del Comahue.

Acusó al agente de inteligencia de haber hecho el ardid para su detención y agregó que: "Fue sobreseído por el atentado (al Río Negro) pero como inculpé a Guglielminetti, quedé preso en Neuquén y fui trasladado a la cárcel de Rawson tras el golpe de Estado".

Cáceres fue llevado a Neuquén de nuevo a los pocos meses. Esa vez a La Escuelita y –según declaró ante el Tribunal Oral Federal de esa provincia el 20 de septiembre de 2008, "tuve tres sesiones de torturas", en ellas, le recriminaban haber inculpado a Guglielminetti y lo instaban "a que volviera a su bando".


El Guardaespaldas que no era:

Raúl Alfonsín nombró como subsecretario de la Presidencia a Dante Giadone, un ex suboficial del Ejército que luego se recibió de abogado.

Giadone armó un grupo que actuó de servicio de inteligencia paralelo a la SIDE. Según el propio Giadone, ni Alfonsín ni el ministro de Defensa Raúl Borrás confiaban en los servicios de Inteligencia y decidieron tener un grupo que les brindara datos de primera mano.

Así fue que algunos militares le sugirieron dejar a Guglielminetti en el ámbito de la Casa Militar, tal como se llama a la oficina de las Fuerzas Armadas en la Casa Rosada.

Al frente de la SIDE, Alfonsín había nombrado a Roberto Pena, quien no podía conducir a los espías heredados de la dictadura. Giadone -según dice en reserva un hombre de Alfonsín- "creía que Guglielminetti nos traía información útil para el gobierno".

Así, Guglielminetti, quien para entonces se hacía llamar mayor Guastavino, quedó al frente de un grupo de inteligencia que reportaba a la Subsecretaría General de la Presidencia.

El mayor Guastavino sumó a otros criminales que reportaban al 601 como Juan Carlos del Cerro (alias Colores) que había actuado en los centros clandestinos de detención conocidos como El Olimpo y Club Atlético. Tenían oficinas en Leandro Alem 218, muy cerca de la Casa Rosada y de la SIDE. En medio de la transición podía escaparse la tortuga, pero también había quienes querían que todo cambiara para que todo siguiera igual.

Al cabo de un tiempo, llegaron al despacho de Alfonsín informes confidenciales con la trayectoria criminal de Guglielminetti, que también incluían los secuestros extorsivos de empresarios para quedarse con dinero y propiedades.

Fue por esos días, también, que fue identificado en una foto que lo mostraba muy cerca del presidente. Y ahí surgió la noticia, confusa, de que era uno de sus custodios.La realidad era mucho más grave: Raúl Guglielminetti nunca fue un simple miembro de la custodia presidencial sino un agente de inteligencia de pasado oscuro enquistado en el entorno de Alfonsín para intoxicar la información.

Por entonces, nadie ordenó su detención. El agente seguía con contactos y destrezas suficientes como para no dar cuentas ante la Justicia.

Tardó mucho en llegar, pero ocurrió: fue una tarde de agosto de 2006, cuando ya había caído el sol. El juez Daniel Rafecas ordenó a un grupo de agentes de la Policía Federal que dieran con su paradero. No resultó difícil: estaba en su campo de Mercedes, provincia de Buenos Aires. De allí lo llevaron detenido y desde entonces fue condenado por varias causas.

Guglielminetti hoy está en el penal de Marcos Paz. Como si fuera una burla del destino, Nano Balbo, aún perdida la capacidad auditiva, fue a enseñar a familias mapuches cuando pudo volver a la Argentina. Balbo, envió un texto en el que decía "creo que la finca donde lo detuvieron se llamaba 'La Mapuche'".

En efecto, tras chequear información, el campo se llamaba así. Una burla. Una más de quienes tuvieron en sus manos el poder de la vida y la muerte. (infobae)