Imagine un mundo sin color ni calidez, fundado en medio de una catástrofe ambiental y facciones tribales que amenazan con llevar a la humanidad al borde del fanatismo fatal.
En esta gran continuación en bajo profundo de la primera entrega de 2021, nos ponemos al día con Paul Atreides de Timothée Chalamet y Chani de Zendaya en el árido planeta de Arrakis, luchando contra una emboscada de Harkonnen y abriéndose camino hacia un reducto de los Fremen, el heterogéneos grupo de luchadores por la libertad que intentan proteger su patria de los invasores ávidos de su recurso más valioso: la sustancia universalmente codiciada conocida como especia.
Paul y su madre, Jessica (Rebecca Ferguson), que está embarazada de su hermana pequeña, se han unido a los Fremen tras el asesinato del duque Leto Atreides, interpretado por Oscar Isaac en la primera película; ahora, Paul está lidiando con la creencia de algunos Fremens de que él es el líder enviado para salvarlos, mientras que otros, incluida la dura y escéptica Chani, lo consideran un falso profeta.
Si ya ha perdido la trama, no se preocupe: con Duna: Segunda parte, el cineasta Denis Villeneuve hace un buen trabajo al poner al público al día, incluso si algunos espectadores tendrán que recordar la diferencia entre un Sonda en T y un crysknife. Aquellos que no necesiten refrescarse querrán apresurarse a su multicine más cercano para sumergirse una vez más en el universo tremendamente imaginativo del novelista Frank Herbert, al que Villeneuve le dio una vida expansiva y muy arenosa. Si todo esto te deja más frío que un planeta helado moribundo, la atronadora insistencia de “Dune” en su propia importancia podría comenzar a agotarse después de las primeras dos horas, momento en el cual, ¡anímate! ¡Solo te quedan 46 minutos!
Como lo hizo en “Duna: Primera parte”, Villeneuve aporta pasión y detalle a un proyecto lleno de leyendas y tradiciones cinematográficas. La abandonada película “Dune” de Alejandro Jodorowsky de los años 70 sigue siendo un tentador interrogante; la adaptación de David Lynch de 1984 de la epopeya de ciencia ficción de Herbert fue un buen intento ambicioso pero en gran medida descartado. No ayudó que George Lucas pareciera levantar gran parte de la trama del libro y la vibra general para crear “Star Wars”, untándola con generosas dosis de nostalgia y humor juguetón. Las películas de “Dune” de Villeneuve merecen admiración aunque sólo sea por su lealtad y ambición; el respeto del cineasta por el material original de Herbert se irradia en cada fotograma de películas que parecen tan masivas como minuciosamente orquestadas.
Es más, ha hecho un brillante trabajo de casting: Chalamet es el actor perfecto para interpretar a un personaje que comienza como una especie de principito inexperto, sólo para transformarse en alguien más carismático y siniestro; Zendaya, en su mayoría de rostro sombrío, todavía exuda momentos convincentes de ternura mientras le enseña al tierno Paul los entresijos de la guerra mercenaria y la supervivencia en Arrakis. Hay muchas caminatas elegantes por el desierto y paseos en gusanos de arena en “Duna: Segunda parte”, así como una buena cantidad de miradas de ojos azules; mientras que Jessica de Ferguson se vuelve loca cuando se trata del futuro mesiánico de Paul (ofreciendo algunos disfraces y maquillaje espectaculares en su papel de Reverenda Madre recién creada), Javier Bardem proporciona las únicas risas genuinas de la película en su interpretación cálida y divertida del líder Fremen. Stilgar, cuya insistencia en que Paul es el elegido roza la tontería al estilo de La vida de Brian.
Los recién llegados al reparto son todos de primer nivel: Florence Pugh y Christopher Walken se deslizan fácilmente en sus papeles como la princesa Irulan y su padre, el emperador Shaddam IV, y Austin Butler destierra por completo a Elvis -al menos por ahora- en su calvo y vacío- retrato visual del psicótico Feyd-Rautha, cuyas exhibiciones de gladiadores para su tío Vladimir Harkonnen (Stellan Skarsgard, que regresa con toda su gloria prodigiosamente acolchada) están escenificadas con precisión fascista.
Cargada de temas bíblicos de profecía, sacrificio, redención y resurrección, con notas de gracia de Shakespeare sobre el destino, la familia y la venganza, “Duna” logra estar ocupada y extrañamente inerte al mismo tiempo. Seguramente suceden cosas en una trama en la que Paul debe decidir si es un revolucionario total o un semidiós reacio; Villeneuve pone en escena el número necesario de peleas y escenas de batalla, que se vuelven cada vez más incendiarias con cada enfrentamiento. La audiencia es tratada (¿sometida?) a más tomas de un bebé en el útero de las que podrían resultar completamente cómodas, todo al servicio de una trama secundaria que involucra a la hermana que presumiblemente se unirá a Paul en el próximo capítulo. Todo está meticulosamente diseñado y escenificado de manera impresionante, pero se vuelve repetitivo y monótono, convirtiéndose para cualquiera que no esté completamente inmerso en el universo de “Dune” en una brumosa sopa de color naranja y ocre de polvo, humo, llamas y arena.
Tanta arena. Al igual que su predecesor, “Duna: Segunda parte” construye un mundo que es innegablemente espectacular, comprimiendo una historia extensa y casi incomprensible en un eficiente sistema de entrega narrativa (es necesario acostumbrarse al estilo de edición superficial de Villeneuve, pero mantiene las cosas avanzando a buen ritmo). Para los fanáticos de “Duna”, les brinda el tratamiento majestuoso que sus queridas novelas merecen desde hace mucho tiempo; es posible que todos los demás necesiten abrirse camino a través de la niebla de los arcanos canónicos y los elementos de Arrakis para encontrar una pizca de placer escapista. Está ahí en alguna parte, incluso si tenemos que esperar a la “Tercera parte”. (Infobae).-