Mariana Cerchiara tiene 44 años, es emprendedora, coach y comunicadora; pero su vida cambió por completo después de haber sufrido violencia de género por parte de Facundo Caldiero, quien era su pareja en ese momento.
Mariana contesta mis mensajes muy amablemente, me agradece y se alegra de que quiera charlar con ella. Luego de un intercambio por Whatsapp, finalmente acordamos un día para hablar. Viernes a las 19s. Le aviso, me da el okey y la llamo.
- Hola, Mariana. ¿Cómo estás? Agustina te habla.
- Hola Agustina, mucho gusto.
- Bueno te cuento. Yo estuve leyendo sobre lo que te pasó, sobre lo que viviste y la verdad que no quería hacer una entrevista muy estructurada, sino que vos me cuentes lo que quieras y lo que tengas ganas. Y que eso sirva a modo de historia de vida.
- Te quería agradecer que te hayas comunicado conmigo para hacer esto. Es como una forma de ir comunicando desde otro lugar. Tener que volver a relatar todo, después de haber vivido esa situación, es muy duro, muy cruel y doloroso. Quizás es más fácil si me puedo plantar en mi momento ahora, siendo que uno va aprendiendo cómo poder fortalecerse.
Comenzamos a charlar. Ella sola va contándome, de a poco y decididamente. Su voz es tranquila y dulce, si bien transmite mucha tranquilidad también se la nota fuerte.
- Con respecto a mi caso, lo único que te puedo decir es que el agresor está detenido. Todo lo que tiene que ver con el proceso legal, está a cargo de Darío Saldaño, que es mi abogado. A partir del momento en que a él lo detienen, empiezo a poder recuperar el cuerpo. Todo lo que tiene que ver con las lesiones físicas, pero también encontrar la fortaleza para salir a la calle sin miedo, para poder recuperar mi autonomía, mi seguridad.
Cuando me preguntan que me salvó, siempre digo el amor y el cuidado de mi familia, pero también la fuerza y la preparación que logré para mantenerme viva en los momentos en los que estuve dentro de la situación. Hoy me siento fuerte porque lo puedo ver, pero cuando salí hice mucho silencio. Estuve siete meses con inyecciones en el cuerpo.
Mariana habla de su trabajo, me cuenta cómo fue hablar con sus alumnos y alumnas, contarles lo que le pasó después de hacer silencio por tanto tiempo. Se nota que lo que hace la llena de energía y fortaleza. Su tono de voz es siempre el mismo, y pienso que podría estar días escuchándola hablar. Remarca mucho en su relato el “abrazo colectivo”.
- Yo soy mamá de tres mujeres, y antes que esto me suceda, siempre les hablé de los cuidados. Durante el tránsito de todo esto, también las protegí y las cuidé. Pero también ellas me cuidaron. Recibí muchos abrazos de toda la gente de mi espacio laboral. No tuve que salir yo a decir nada, sino que simplemente empecé a recibir mensajes de apoyo. Esos mensajes me ayudaron a poder seguir. Esto junto a terapia y rehabilitación.
El círculo de la violencia realmente existe, cuando estás ahí no lo querés ver, no podes verlo. Después llega un punto en el que perdes todo tipo de autonomía. No podés pensar porque no te dejan, porque absorben todo tu ser. Es muy duro. Hay que volver a empezar y no importa la edad que tengas. Lo importante es que hay un entorno que te puede cuidar.
Ella no habla solamente de su situación particular, siento que le está hablando a todas las mujeres que también están o estuvieron transitando violencia de género. También le habla a la sociedad en general.
- Hay que empezar a concientizar a las personas para que ante la primera señal de violencia, salgan de los espacios donde les duela, donde no se está feliz ni cómodo. Todavía falta que el Sistema esté completamente adaptado a las necesidades reales de una mujer en peligro. Es importante que la denuncian te la tomen sí o sí y que si estás en una comisaría y no te la toman, puedas llamar al 144 y decirlo. Ahí te habilitan otras medidas para poder hacerlo.
Es importante que te vean y revisen las lesiones que tenés y poder hacerte ver en un hospital, con un médico. Y no tener miedo, te van a contener. Todo eso ayuda y sirve, el hospital es un lugar de contención, no es un lugar donde te van a juzgar. Nadie te va a levantar el dedo. Vas golpeada, lastimada, abusada o ultrajada, y en el hospital tienen que activar el sistema para que la víctima esté atendida con empatía.
En el medio probablemente el agresor te está siguiendo. No tenés que parar. Tenés que llegar y entrar a la guardia. Lo tenés que hacer. Las amenazas existen, pero no hay que parar.
Me cuenta que ella tuvo la contención que necesitaba, que activaron el protocolo de violencia y la trataron muy bien. A pesar de eso, sigue remarcando en la necesidad de que el Sistema Judicial cambie y que aún falta un largo camino por recorrer. Ya llevamos más de 20 minutos hablando, y la charla da para un rato más.
- Yo creo que el desafío más grande que tienen hoy la policía, los Ministerios de Mujeres y Disidencias, los jueces y los fiscales, es representar a la víctima con equidad, con empatía, con apertura. Ese es el desafío más grande que hay. Las perimetrales tienen que ser mucho más duras, si es que sirven. Otorgar con mucha más rapidez todo lo que tiene que ver con las medidas de cuidado, de prevención: cuidar a la víctima. Comprometerse en serio.
También es muy importante gestionar cuestiones que tienen que ver con el control de las emociones con los niños y niñas, desde el jardín. Para que empiecen de chiquitos a pensar en lo correcto e incorrecto y que hay que tratar al otro y la otra con amor.
La violencia te cambia la vida para siempre, y tenés dos posibilidades: o te tirás en una cama y no te levantás o lo haces todos los días, respiras hondo y salís. Se trata de las oportunidades también, y que por algo pasan las cosas. De la tragedia, hay que pegar un empujón, y salir. Pero es imposible salir sola, se necesita ayuda.
Ya estamos llegando a los 50 minutos de diálogo, de intercambio y con Mariana, coincidimos en todo. Le agradezco por esta llamada, por su mensaje y su valentía. Nos despedimos y ella, reflexiona un poquito más...
- Contar todo esto es alentador para que las mujeres digan “me están apoyando, nos empezaron a ver”. Esos son los mensajes que yo recibo: “Gracias por haber hablado. Nos empezaron a ver, Mariana”. No fue fácil poder salir a hablar en los medios. Y cuando empecé a hablar, lo hice contando las cosas bellas que me trajo mi profesión, de la estética, de la moda. Mi trayectoria es bella, mi historia está en mil fotos y videos. Está en las personas que la han transitado. Eso es positivo y eso yo lo tengo, y no me lo saca nadie. El dolor a veces te tapa todas esas cosas, porque te olvidas. Te traspasa, te atraviesa la violencia.
Hay que comprometerse, no tener vergüenza. Cuando hablé sentí que más mujeres iban a poder hablar también. Hablar por todas las que me escribieron. Las revoluciones sacan grandes cosas. Eso hay que cuidarlo y aplaudirlo. Creo que hoy hay muchos hombres que están empezando a aplaudir esto y eso es fantástico, yo estoy feliz. Y duele un poco menos.