Al anochecer de un día agitado, el presidente Alberto Fernández se encaminaba a recibir en la quinta de Olivos a su vecino de Uruguay, Luis Lacalle Pou, en una reunión a agenda abierta, la primera bilateral presencial desde aquel cruce caliente entre ambos, en marzo pasado, respecto al futuro del Mercosur.
Ambos mandatarios compartieron la velada junto a la primera dama, Fabiola Yañez y los cancilleres Felipe Solá y Francisco Bustillo.
El mandatario uruguayo llegó el viernes por la mañana a la Argentina y regresó a su país al terminar el encuentro con su par argentino.
Las expectativas en el Gobierno en torno al encuentro, no obstante, eran bastante medidas. Prevalecía la lectura de que la cena tenía como meta recomponer el diálogo político entre ambos jefes de Estado, con la mira puesta en la discusión sobre la reforma del bloque. Y que cierta aproximación de Buenos Aires con Brasilia en este capítulo podía incidir a favor de la Argentina.
En julio pasado, en el marco de la transmisión de la presidencia pro témpore del bloque de Argentina a Brasil, Lacalle Pou sorprendió a los socios con el anuncio formal de que iniciaría negociaciones externas por fuera del Mercosur. Luego, Bustillo Bonasso y la titular de Economía y Finanzas, Azucena Arbeleche, fueron los encargados de explicarlo.
En una conferencia en conjunto, aludieron a la necesidad de modernizar el bloque, “a través de una agenda de negociaciones externas sustantiva, ágil, dinámica, flexible y permanente”. Y contemplando la opción de las dos velocidades que la Argentina había sugerido en su momento frente al pedido de acelerar los tiempos en el acuerdo con Corea del Sur. La forma, más que el contenido, molestó tanto a Buenos Aires como al resto de los socios.