Fue fruto del vértigo y el frenesí con el que se vivía a mediados de los ochenta

Videoscopio, el recuerdo de un programa pionero en la televisión argentina y del que casi no queda vestigio

LA PLATA, 06-03-2021 | PUBLICADO POR REDACCIÓN

El producto se estrenó en el verano de 1985, en la programación de Teleonce. Se trató del primer programa que se dedicó a difundir exclusivamente videoclips. Trabajaron Lalo Mir, Elizabeth Vernaci, Andrés Calamaro, Pipo Cipolatti y Daniel Melingo, entre otros, pero su archivo bibliográfico es escaso.
Por Bobby Flores

1985: Buenos Aires dejaba de desperezarse ya con un año entero de democracia adentro. Empezaban a disiparse los nubarrones, empezaba a aclarar. Las calles y las noches eran nuestras. Era momento de amucharse y bailar en libertad. Todo estaba por hacerse pero ahora se podía: ese verano del ’85 se inaugura oficialmente la radio Rock & Pop, dejan pintar murales en las paredes de los subtes y las veredas, abre sus puertas el Parakultural y Cemento. San Telmo estaba hirviendo de jóvenes emprendedores que empujaban desde el margen, muy conscientes de que para que haya margen tiene que haber hoja, y que lo de todos era la hoja, pero lo de la monada era el margen.

La escena ahora se centra en un estudio de televisión bastante equipado para la época en la calle Tacuarí al 900. Era una media manzana de ladrillos pintados de azul por fuera y una especie de baticueva porteña por dentro. Decenas de barbudos interactuaban en esos pasillos con dandys de saco italiano que hablaban con actores y directoras de novelas de la tarde. Se llamaba Woody TV: ignoro en qué terminó, pero ahí se gestó el primer programa argentino (y no sé de donde más) diseñado para pasar videoclips, la atracción del momento.

Fue en 1981 que se inauguró en los Estados Unidos el canal MTV y de ahí en adelante todo empezó a cambiar, otra vez, en el negocio de la música. Ya no alcanzaba con hacer un buen disco para girar por el mundo. Los nuevos formatos audiovisuales de difusión obligaban a los músicos a terminar el álbum y después dedicarse a filmar la mayor cantidad de videos alegóricos para apoyar su trabajo también desde la televisión, algo que no había sucedido hasta el invento del videoclip.

MTV sumó nuevas audiencias a la televisión, fundamentalmente el dificultoso público adolescente tan difícil de retener frente a una pantalla más de un ratito. Eso determinó que un importante caudal de dinero se desviara de las oficinas de los sellos, las salas de conciertos, los teatros y las discotecas hacia cualquier espacio abierto o cerrado, dotado de una pantalla gigante que se dedicara a poner videoclips. Fue una pequeña revolución musical, lejos de la épica pero directo al hueso de las ansias de miles de jóvenes que no estaban globalizados pero lo pedían a gritos.

Por eso, en ese estudio de televisión, una noche del verano de 1985 nació Videoscopio. El primer programa que se dedicó a difundir videoclips exclusivamente, sin más pretensiones que esas. Videoscopio salió en Teleonce, hoy Telefé, en formato diario de una hora entre las novelas y el noticiero de las 19 horas. Teniendo en cuenta que todavía no existía la televisión por cable en el país, no dejaba de ser un logro ya solo el haber obtenido el espacio en un horario tan central en busca de vaya a saber qué cosa.

Porque Videoscopio fue fruto del vértigo y el frenesí con el que se vivía a mediados de los ochenta. Era una especie de catártica recuperación del tiempo y los sueños que se habían frustrado durante los siete años de dictadura, tratando de transitar en un mismo verano la música disco, el punk, la new wave, el cine, las obras de teatro y las performances escénicas además de los manifiestos y libros que nos habían sido prohibidos.

Así fue que, una tarde, enterado de la buena nueva de la industria del video, Julio Moyano, el inmenso productor radial y televisivo al que le debemos mucho más de lo que se le reconoce, llama a Bernardo Bergeret, gran productor ejecutivo que desde hace unos años cumple funciones en el INCAA, y le pregunta por esos tres pibitos que musicalizaban programas de radio para su productora.

A la mañana siguiente me llama Roberto Quinteros, hoy en el management del querido Victor Heredia y en esos días uno de los tres pibitos, para decirme que esa tarde nos esperaba Julio Moyano en su oficina a él, a mí y a Eduardo de la Puente. Con Edu escribíamos chistes en Satiricón y ya estábamos en Rock & Pop, pero la radio apenas llevaba un par de meses al aire, de modo que en el concierto de medios argentinos aún no era nada. Unos australes extras siempre eran bienvenidos.

Nos reunimos con Julio y Bernardo: nos cuentan su idea de hacer un programa de videoclips a la tarde en Teleonce. Había que conceptualizarlo, digamos, de manera que convocan a Lalo Mir y Elizabeth Vernaci, que era la dupla estrella de Radio Del Plata, para hacer los comentarios en off de los videos. Hasta ahí, el comienzo. Ellos serían las voces del programa, Eduardo se encargaría de los textos, yo de la música y Robertito de la coordinación general, que consistía básicamente en estar al lado nuestro permanentemente para que no nos fuéramos de mambo.

El programa se grabaría de a cinco por jornada los viernes a partir de la medianoche en Woody TV. Seríamos nosotros más los del estudio. Se hacía casi en tiempo real debido a las limitaciones técnicas del fin del siglo pasado, se pasaban los textos, se cargaban los videos, usábamos pedazos de películas viejas que sacábamos del canal manejando una moviola, las doblábamos ridículamente o las musicalizábamos de alguna manera, Lalo y Elizabeth se sentaban frente a la pantalla y el director, Gerardo Mariani -un grande de verdad que había hecho Sábados circulares de Pipo Mancera, entre otras cosas- dirigía a los chavales de Woody sacando los programas casi terminados. Cinco por noche era un ritmo bastante febril de laburo: eran los ochenta y con Moyano y Bergeret nos conocían lo suficiente como para darse cuenta que ellos debían estar toda la noche por ahí.

Obvio que como en toda historia de este calibre hay hechos que quedarán en la penumbra de nuestra memoria. Me es imposible repensar esas noches sin nombrar a Fabian Ferri, uno de los más venerables y veteranos musicalizadores de TV, quien me enseñó a musicalizar en la tele, que no es lo mismo que musicalizar en la radio. Fabian era ligeramente mayor que nosotros pero pasar toda la noche sentado frente a cuatro pantallas mirando todo el tiempo para adelante y hacer de eso algo además de divertido, solo se lograba porque estaban él, su mano y su oído maestro.

El programa arrancó al aire unos días después de toda esta cháchara: salía bien y todos estaban felices pero faltaba alguna presencia humana en la pantalla. Todavía no había un público televisivo capaz de permanecer horas frente a la pantalla viendo clips prescindiendo de alguien en la imagen. Nos llaman otra vez Julio y Bernardo tratando de encontrar los muñecos adecuados para el aire, hasta que no sé bien de dónde -pudo haber salido de cualquiera de los que allí estaban- aparecen los nombres esperados. Eran amigos nuestros y ya se empezaba a hablar de ellos: nada mejor.

Al otro día, en la reunión, ya estaban Lalo, Elizabeth y Gerardo Mariani, además de los tres chiflados, cuando hacen su aparición algo desconcertados Andrés Calamaro, Pipo Cipolatti y Daniel Melingo. Debían ser ellos y ningún otro los que dieran la cara por Videoscopio.

De ahí en adelante el programa se convirtió en un delirio, intentando tomar distancia artística de Música Prohibida para Mayores, que era un programa del 13 armado por otros amigos que ya llevaba un par de años al aire: Floro Oria Cantilo y la conducción de Rubén Rada y Marcelo Bello. Ellos eran algo más estructurados televisivamente hablando, y Andrés, Pipo y Melingo eran tres dementes médicos que operaban muñecas inflables, imitaban a René Lavand o a Fabio Zerpa, disertaban sobre la vía láctea o cantaban con un payador que venía del espacio.

Entre mis borrosos recuerdos aparecen Kevin Johansen y otro formando el dúo Instrucción Cívica, Miguel Zavaleta y Fabiana Cantilo de actores invitados sumándose a Andrés, Pipo y Melingo, un desfile de celebridades del under porteño que hacían de esas jornadas en Woody noches larguísimas e inolvidables.

Pasó lo de siempre: Videoscopio crecía en audiencia pero juntar a todos se complicaba. Entre los compromisos de Lalo y Elizabeth, los shows que eran cada vez más asiduos de Los Abuelos de la Nada y los Twist donde tocaban Andrés, Pipo y Melingo, sumado a que la radio Rock & Pop se expandía inflacionariamente absorbiéndonos a Eduardo y a mí, amén de Julio Moyano con su productora de radio, TV y grafica funcionando al límite, y Bernardo ya totalmente en otra, quedó el programa a la deriva hasta que un fuerte viento dio vuelta la nave y se hundió rápida y silenciosamente. Tal como nació.

Nadie lo extrañó, muchos incluso ignoraron su existencia. Pero a todos Videoscopio nos torció el destino, nos hermanó en una logia que es intransferible y solo los que estuvimos entendemos por qué sonreímos y no decimos nada más cuando sale el tema en algún lado. Fue pequeño el logro en nuestras historias: pequeño pero indeleble.

Un par de años después Daniel Grinbank contrata a Lalo en Rock & Pop. Arregla hacer las mañanas de lunes a viernes, inaugurando la temporada de programas en la radio. Llegan las felicitaciones, los buenos augurios y las palabras de Lalo Mir a Grinbank cuando nos ve. “Dame a estos dos que conozco bien y algo vamos a inventar para el lunes”. Eso marcaría el comienzo de lo que una semana después sería Radio Bangkok.

Obviamente no hay ningún documento de esto más allá de algunos fragmentos indescifrables en YouTube. No quedó nada grabado en ningún archivo. Daniel Melingo me contó que extravió los videos que tenía, que Andrés los perdió vaya a saber uno dónde. Una vez les pregunté a unos capataces del canal si existía algo de Videoscopio en algún archivo: se rieron un poco.

Como pasa con mucho de lo que se ha hecho, mal o bien, en la tele y en la radio en este país, no quedó ningún vestigio. Una lástima. (infobae)